Al mirar atrás, no advirtió el menor rastro, la menor señal, de su paso.
El insólito peregrinaje de Harold Fry. Rachel Joyce
Pronto habré muerto. Tú vivirás un tiempo aún. Después, también desaparecerás. Y entonces se borrarán las huellas. La luz centellea un instante entre dos oscuridades inmensas.
Zapatos italianos. Henning Mankell
Ni la belleza, ni la juventud, ni el amor, escapan a la podredumbre.
Memorias de Adriano. Marguerite Yourcenar
Le gustaba frecuentar los lugares en donde las ruinas atestiguaban el vano intento del hombre por perpetuar sus hechos.
El último rostro ("La muerte del estratega"). Álvaro Mutis
¡No! No volvería a dejarme engañar, no quería seguir siendo el entretenimiento, la pelota de este torpe destino sin sentido, que me sacaba y me arrojaba otra vez a los charcos, sólo para demostrarme, para que comprendiera lo efímero, la inconstancia de todas las cosas humanas, hecho que conocía ya hace mucho, que lo saben hasta los niños, que lo saben hasta los perros de la calle.
El Golem. Gustav Meyrink
Pronto habré muerto. Tú vivirás un tiempo aún. Después, también desaparecerás. Y entonces se borrarán las huellas. La luz centellea un instante entre dos oscuridades inmensas.
Zapatos italianos. Henning Mankell
Ni la belleza, ni la juventud, ni el amor, escapan a la podredumbre.
Memorias de Adriano. Marguerite Yourcenar
Le gustaba frecuentar los lugares en donde las ruinas atestiguaban el vano intento del hombre por perpetuar sus hechos.
El último rostro ("La muerte del estratega"). Álvaro Mutis
¡No! No volvería a dejarme engañar, no quería seguir siendo el entretenimiento, la pelota de este torpe destino sin sentido, que me sacaba y me arrojaba otra vez a los charcos, sólo para demostrarme, para que comprendiera lo efímero, la inconstancia de todas las cosas humanas, hecho que conocía ya hace mucho, que lo saben hasta los niños, que lo saben hasta los perros de la calle.
El Golem. Gustav Meyrink
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