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miércoles, 13 de mayo de 2015

CRÉETELO... O NO (14)


Santa Wiborada
El ala del edificio denominada de Wiborada estaba en las profundidades de los sótanos y, debido a su nombre y al relicario oculto que albergaba, me recordaba a Wiborada, una ermitaña que en el principio de los tiempos había tenido una visión, en la cual una horda de ladrones y asesinos se acercaba al monasterio. Así, los monjes cogieron sus misales, las biblias y los textos clásicos y huyeron hacia los bosques de las montañas. La propia Wiborada, sujeta a un voto de reclusión, aguantó en el monasterio vacío orando, cantando y agradeciendo a Dios su martirio, pues también había presagiado que ella tendría que pagar la salvación de los libros con su sangre. Cuando los hunos, una turbamulta a caballo procedente de la estepa húngara, entraron en la abadía, no encontraron más que a una pobre mujer canturreando salmos. Al considerar que les habían robado el botín asesinaron a hachazos a aquella devota. Poco después del cambio de milenio ella fue santificada y desde entonces, es decir, desde hace más de mil años, santa Wiborada, la canonesa descuartizada a hachazos, es la patrona de todas las bibliotecas y de las personas relacionadas con los libros.
         La señorita Stark. Thomas Hürlimann




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